Soy Vicky Marcó. Trabajo en Marketing desde siempre.
Me preocupa el rol de las mujeres desde siempre.
En mi casa me criaron igual que los varones y siempre me dijeron que las mujeres podíamos hacer lo que quisiéramos, como quisiéramos. Me crié arriba de la bicicleta (que le pedí a un vecino que le saque las rueditas sin preguntarle a mis padres), en la plaza, correteando por el río, y volviendo a casa llena de moretones. Bastante salvaje, igual que el resto de los varones del barrio.
Imagínense mi shock cuando empecé a descubrir que el mundo no estaba tan de acuerdo con eso… 🤪
Empecé mi carrera haciendo Branding en Disney Latinoamérica, especializándome en desarrollar marcas desde cero. Me metí en Marketing Digital porque me tocaba invertir el presupuesto digital de todo Disney Channel en América Latina. Más valía aprender...
En 2018 sentía que no era por ahí y me fui de Disney, dando un salto a vacío por completo (siempre me caractericé por hacer cosas, a pesar del miedo).
Desde el 2019 trabajo full time en startups de Latinaomérica, coordinando equipos en los que casi siempre éramos mayoría mujeres. Siempre me fue bien con eso. La camaradería y el acompañamiento profesional de otras mujeres me ha hecho disfrutar de mi trabajo, reírme como nunca, generar vínculos espectaculares y honestos y sentirme segura.
Como mujer en roles de liderazgo y muchas veces sentada en una mesa chica donde la mayoría son hombres, he tenido que sortear conversaciones de todo tipo. He perdido los estribos alguna vez. He callado otras veces. Y he perfeccionado el arte de decir cosas incendiarias pero inteligentes con una sonrisa, a medida que tuve más herramientas.
La verdad es que ser mujer en un mundo dominado por hombres es difícil. Corremos con desventajas varias, tenemos más preocupaciones, más trabas, más techos. Cobramos menos, nos exigimos más. Dudamos de nosotras, y tenemos que cumplir con estándares alocados.
Desde hace algunos años empecé a encontrar que hablar con otras mujeres colegas de estos temas me hacía crecer enormemente. Compartíamos frustraciones, tácticas, y tips sobre cómo manejar ciertas cuestiones. Nos reíamos con complicidad. Nos alentábamos a más. Empezamos a hablar sin tapujos de plata, de cómo ganar más dinero, cómo pedir un aumento, cómo poner límites, cómo manejar ciertas conversaciones.
He pedido ayuda sobre decisiones laborales (con llanto y todo) a mujeres lejanas que me han atendido el teléfono y aconsejado con humildad, amor, contención y valentía. Me animé a hacer cosas que no creía posibles. Me apaciguó el poder de la red y la empatía…